Eso debían ir buscando estas ciervas, al cruzar plácidamente en un día cualquiera de finales del verano pasado, cuando al rato de amanecer, ya empezaba el sol a calentar avisando de la fuerza que tomaría en poco rato.
Fue un placer poder verlas "ramonear" y cruzar tan despacito, sin prisa alguna, sin ser incomodadas por cualquier peligro potencial o perturbación que las alertara.
Ajenas a mi presencia en la distancia.
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